Hola, amigos:
Hace mucho tiempo que no escribo nada en este blog, y hoy os traigo este pequeño teatro escrito en verso rimado, que es una parodia, como podréis comprobar, de algunas situaciones que siempre son actuales. Espero que os guste.
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El desdén y el
ignorante
CAMPESINO.—¿Qué fue de tu vida, Andrés?
ANDRÉS.—Me
fue muy bien.
CAMPESINO.—Dime, pues.
ANDRÉS.—Soy
el segundo de a bordo del Ministro de Finanzas.
CAMPESINO.—¡Anda, mira! ¿Qué me dices?
ANDRÉS.—¿Te
sorprende, amigo mío?
CAMPESINO.—¿No hay motivo? Dime, tú.
ANDRÉS.—¿Por
qué habría de sorprenderte? Fuimos compis de la escuela, de delegado ejercí…
CAMPESINO.—Ya lo creo, fui testigo.
ANDRÉS.—Entonces,
¿de qué te extrañas?
CAMPESINO.—Pues que en los años aquellos, no
aprobaste matemáticas.
ANDRÉS.—¿Cómo
dices tal sandez? Ahí están mis notas claras.
CAMPESINO.—¡Qué pena que yo guardase fotos del tablón en
casa, donde vienes en la lista con un cuatro a rataspatas!
ANDRÉS.—No
te lo consiento, ¿sabes? ¡Tú sí que no valías nada.
CAMPESINO.—Pues casualmente mis notas fueron de un
nueve al alza.
ANDRÉS.—¿Y
quién se entera de eso? Mírate, un campesino.
CAMPESINO.—Honrado donde los haya y comiendo de lo
mío.
ANDRÉS.—Un
donnadie dondequiera. A mí las puertas me abren.
CAMPESINO.—A mí, nadie me las cierra.
ANDRÉS.—Me
codeo con ministros, con lo mejor de toa
España.
CAMPESINO.—¡Qué bien!, me alegro por ti, pero,
¿sabes en quién mandas?
ANDRÉS.—Sobre
gente extraordinaria, con valía, con talento, de comerse el mundo ganas.
CAMPESINO.—¿Y controlas cuánto haces?, ¿sabes qué
firmas o pagas?
ANDRÉS.—Yo
no puedo mirar tanto, pero confío en su marcha.
CAMPESINO.—Pues te deseo lo mejor, con mis cochinos y
ovejas, a mí nada me hace falta.
ANDRÉS.—¿Dónde
vas a comparar el moverse en tanta pompa?
CAMPESINO.—No consigues entre todo lo que en el
campo me sobra.
ANDRÉS.—No
se puede hablar contigo.
CAMPESINO.—Ni falta hace, qué importa. Pero cuida
bien la pompa no te estrumpa y sea tu sombra.
ANDRÉS.—Ya
me rogarás un día, cuando quieras pide cita, verás qué bien luzco yo, cómo
muevo mi varita.
CAMPESINO.—No tengo lo que pedirte, ya te digo que
subsisto, aprendí a hacer bien las cuentas aunque no llegue a ministro.
ANDRÉS.—Si
necesitas un préstamo, yo puedo mediar por ti.
CAMPESINO.—No necesito prestado, tengo de sobra en
mi casa y aunque vengan vacas flacas, ni siquiera eso me importa.
ANDRÉS.—De
nada sirve insistirte que con mi ayuda serías más feliz, mejor mirado y no este
pobre de ahora.
CAMPESINO.—Si soy pobre, tú eres ciego, pero no
quiero discordias y la palabra inteligencia no merece esa deshonra. Solo espero
que este día no tengas que recordarlo e igual que en las matemáticas no te veas
entre alegatos. Y toda esa gente bien con la que hoy te pavoneas, no sean
zorros y pavos reales que te lleven a la trena. Pues los vecinos del campo, si bien tienen menos
clase, pocos usan guante blanco, ni se mueven entre cárceles.