Su grito despertó a todos; estaban acostumbrados. Pero sería
la última vez que le ocurriera eso. Saltó de la cama con el cuerpo empapado en
sudor y se dirigió a la terraza.
Cada noche había ido a mejor y ya no despertaba más de una
vez.
Miró al cielo, respiró profundo y recordó la primera
pesadilla que sufrió hacía ya muchos años. Qué ganas de reconciliarse con el
pasado y consigo mismo sentía, y qué ganas de que su familia no sufriera
tampoco las consecuencias de aquellas horribles circunstancias de su niñez y
adolescencia.
Su mujer se acercó sigilosa y lo acarició, él respondió con
un abrazo.
—Ya queda menos. La terapia está haciendo su efecto, cariño.
—Hoy he soñado que me perseguía uno de los cuidadores del
internado y yo corría muy rápido, salté la valla cuando se iba acercando y
desperté.
—Un día de estos, escaparás para siempre.
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