Con
pinceladas doradas
se
tiñe el paisaje entero.
Con
miradas de tristeza
se
despide el veraneo.
Los
árboles se hacen cómplices
de
este cambio de estación
y
sus trajes color verde
dejan
caer con dolor.
Amarillos
no los quieren
y
prefieren el desnudo.
Así
brotarán con fuerza
cuando
del calor sea turno.
Sin
embargo, los hay fuertes
que
no temen a los cambios
y
es ahora en el otoño
cuando
lucen mejor paño.
De
verde, morado y negro
los
olivos y las parras
nos
deleitan con paisajes
que
son su mejor estampa.
Y,
aunque la vid se marchita,
los
olivos permanecen
e
irán cambiando de traje
sin
que apenas tú lo aprecies.
Para
en primavera, siempre,
demostrarte
su alegría
y
renacer con los otros
que
en otoño desvestían.
Mejores
temperaturas
para
las tareas del campo
que
llenan a este de gente
en
jornadas de trabajo.
Trabajos
de recogida
de
aceitunas y de uvas
que
todavía, en estos tiempos,
dan
al campo su fortuna.
Una
fortuna real,
si
nunca se terminaran,
pero
queda todo un año
de
cuidos y de amenazas.
Cuidados,
mantenimientos,
que
sus dueños deben darle
sin
obtener ningún pago
aun
trabajando hasta tarde,
y,
siempre, con la amenaza
del
caprichoso dios tiempo
que
cuando menos lo esperas
destroza
todos tus sueños.
Leonor Cuevas Martín
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